(ph: Amelia Earhart)
No puedo escribir, ya no puedo
hacerlo, he desaparecido.
He perdido mi medicina, una
escalofriante soledad me espera. También un dolor ardiente.
Yo antes vivía parapetada en mis
palabras porque eran mi remedio. Todos necesitamos remedio porque la
vida nos paspa con sus vientos, nos muestra su rigor y su dulzura. La
vida es bipolar. Yo me refugié siempre en mi lenguaje. Para
proteger: escribía. Para existir hay que nombrar, y yo no nombro,
ya no puedo nombrar. Estoy al intemperie, sufriendo las asperezas de
lo cotidiano, lo aburrido de la rutina, lo ensordecedor de la musica
de la radio, la injusticia naturalizada, lo idiota que anda dando
vueltas por aquí y por allí. Y es rudo, es rudo cuando no hay arte,
o no corre tu imaginación, o no podés protegerte a vos mismo con
letras.
Hay un laberinto dentro mío y uno
fuera. Nada cambia, me muerdo la cola como los perros, no encuentro
palabras. ¿Qué habré olvidado? ¿Cuál será mi contraseña? ¿Cómo
regreso a ese lugar en dónde me sentía a salvo?
Hoy que debería estar más empoderada,
hoy que tengo mis buenos años, hoy que debería tener con qué... No
tengo nada porque no me tengo, me he abandonado y no encuentro
registros ni rastros ni huellas. Me sorprende lo fácil que se puede
hacer desaparecer a una persona.
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